domingo, 1 de febrero de 2015

HISTORIA BARRIO SAN ANTONIO


HISTORIA BARRIO SAN ANTONIO

La historia de la creación del barrio está vinculada de forma estrecha con la construcción de la iglesia o capilla de San Antonio, ubicada en todo lo alto de la colina tutelar del barrio. Ya en los días de la colonia se empezaron a alzar las primeras edificaciones, pero no fue hasta 1746 cuando se empezó a construir la capilla en lo alto de la loma, que las gentes del empedrado, sector caracterizado por el uso de piedra amarilla para las labores de construcción de calles hasta muros y andenes, se empezaron a asentar al pie de la colina.

Documento de la donación de la Capilla.

Los terrenos de la capilla fueron donados por Juan Francisco Garcés de Aguilar, hijo del capitán Juan Francisco Garcés de Aguilar e Inés Lazo de Vega, un nativo de San Juan de Ambato, jurisdicción de la ciudad de Riobamba en el actual Ecuador, en su testamento. En un principio las tierras entregadas a la Cofradía de San Antonio de Padua para la construcción de la capilla comprendían dos cuadras de ancho y dos de largo. Años después de la muerte del donante, el síndico Francisco Antonio García, formuló el deslinde de las tierras, lo cual se realizó en 1787 en presencia del Alférez Real, el vicario superintendente y el síndico; Antonia Josefa de Vallecilla, nuera de Juan Francisco Garcés, donó todas las tierras aledañas pertenecientes a su herencia a la cofradía.

Estas tierras habían pertenecido a Pedro Ordóñez de Lara, quien las pasó a su hijo, Diego Hilario Ordóñez y este a su vez hizo lo mismo con sus hijos, Don Lorenzo y María Ordóñez, de quienes finalmente Juan Francisco Garcés adquiriría sus tierras antes de pasarla a la cofradía de San Antonio.

La construcción de la capilla se inicio en 1746, y fue finalizada en 1747. Estas tierras no fueron ocupadas durante el resto del siglo XVIII y buena parte del XIX, Solo en la parte baja de la colina se construyeron casas durante esta época, principalmente de artesanos acaudalados, que se asentaron cerca al empedrado donde residía el clero, los ediles y algunos terratenientes.

El Barrio durante el Siglo XIX y XX

La población del barrio empezó a hacerse visible a finales del siglo XIX y comienzos del XX, con familias humildes procedentes principalmente de los departamentos de Cauca y Nariño, pero también con inmigrantes del mismo Valle del Cauca, en su mayoría desplazados como consecuencia de la Guerra de los Mil Días, que empezaron a poblar la pendiente norte de la colina, y más tarde, la sur. En un inicio, estos nuevos pobladores ocuparon predios de pequeño tamaño en comparación con las tierras de la cofradía y las casas de la parte baja, alzando sus hogares en un inicio con guadua y paja y luego remodelándolos con bahareque y techos de lata. Las calles de aquel entonces eran de piedra y totalmente destapadas, en su mayoría los habitantes del barrio criaban animales, sobre todo gallinas y gallos, que se paseaban por los solares de las casas e inclusive por la calle.

Arquitectura

San Antonio es famoso por su arquitectura, sobre todo por sus casas. Una casa típica tiene por lo general uno o dos pisos, con zaguán y un patio central o principal con piso de piedras de río y una pilastra de madera en sus cercanías; un segundo patio contiguo a los baños y la cocina, y un amplio solar donde no es raro encontrar árboles frutales. Sus fachadas son de paredes gruesas con vigas de madera, las ventanas características del sector llevan rejas de madera o hierro, de cuatro alas de las cuales dos, las más altas, permanecen abiertas; la puerta principal es doble y con mirilla.

Estas casas, más comunes en la zona baja, se continúan con las casas de «La Merced» de forma imperceptible. En la zona alta las casas solían ser de bahareque y techo de zinc, y se identificaban con zonas populares o marginales. Las más antiguas se ubican hacía el lado de El Peñón, muy cerca a la casa de Jorge Isaacs. Ninguna casa del sector que se considere tradicional cuenta con un antejardín, pues el contacto con la naturaleza se esperaba tener en el solar, donde estaba el bosque de árboles frutales.

capilla de San Antonio.

La capilla de San Antonio muestra un estilo barroco inspirado en las capillas de las haciendas del Valle del Cauca, es arquitectónicamente simple, pues su fin era únicamente el de dar una casa de oración a los habitantes del barrio, fue inaugurada en 1747 en una misa consagrada a San Antonio de Padua. Su piso es de barro quemado, posee grandes paredes blancas sin ningún tipo de decorado con gradas a la vieja usanza barroca. A principios del siglo XIX, el obispo Luis Adíano Díaz, intentó vender la loma de San Antonio y su Capilla, pero se encontró con la negativa de los habitantes del barrio, que ejerciendo presión, lograron que el municipio comprara los lotes y así preservar la capilla y la colina.

El Acueducto

Antes de la llegada del acueducto, era común la utilización de los solares y hasta la misma calle para los desechos, el barrio contaba con una acequia que pasaba por la carrera 4.ª proveniente de los Estanques, de donde era tomada del río. Estos estanques estaban cerca al Charco del Burro y llegaban a la pila de la carrera 4.ª con 1.ª, cerca a donde hoy en día esta el parque Isaías Gamboa esta pila no era tan elaborada como las otras de la ciudad. Aquí las familias recogían agua y aprovechaban para bañar a los niños.

El barrio tenía dos pilas para dotar a los lugareños del preciado líquido, la de Crespo y la de Jaime. La primera ubicada en la carrera 10 con calle 5.ª, muy elaborada, ha sido reemplazada y en la actualidad en su lugar se ubica una fuente en memoria a los Juegos Panamericanos de 1971 realizados en Cali, la pila original, descansa en el Museo de Arte Religioso de la Merced, donde se expone al público.

El acueducto de San Antonio empezó a construirse en 1915 y se terminaría en 1927. Después de 1924 aparecerían las primeras letrinas en el barrio, ubicadas siempre en la parte trasera y junto al patio, los olores se combatían con cáscara de naranja seca, la cual luego se quemaba y el humo se esparcía por la casa, no solo se creía que neutralizaba el olor, si no que la creencia popular era que este humo tenía acciones desinfectantes.

Las primeras conexiones de agua en el barrio no se dieron si no hasta 1928, y al no existir un alcantarillado el agua que llegaba no era filtrada, lo que implicó varias epidemias de fiebre tifoidea y disentería. El agua filtrada no llegaría al barrio hasta 1932 y sólo a algunas familias, que la distribuían entre sus vecinos. La forma de pago por el servicio consistía en una mensualidad fija, pues no existía contador de agua en esas épocas, la cual se pagaba con el señor Carlos Vitel, cajero de las Empresas Municipales, en su oficina cerca a la Iglesia de San Francisco. Aun así, muchos desagües del barrio aún conducen hacía los solares y no hacia la calle.

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