lunes, 2 de febrero de 2015

HISTORIA BARRIO EL VALLADO


HISTORIA BARRIO EL VALLADO


Mil novecientos ochenta y tres:
recuerdos del barrio El Vallado

Se fundó en 1983 como resultado de una amplia migración de habitantes pertenecientes a la Costa Pacífica. Un proceso organizado y eficaz dio origen a una estructura ordenada y segura. Crece a la par de otros barrios también pertenecientes al Distrito de Aguablanca. Algunas anécdotas compartidas ilustran con fluidez las memorias del proceso.

Por: Jimena M.
Estudiante Lic. en Literatura

Se hace el silencio. Tumaco se confunde con la planicie de un río. El estado más elemental circunda el terreno antes desparejo; la normal singularidad entre personas y objetos es ahora una condición ajena. Llueve mar, canoas naufragan, familias se distancian para nunca volver, individuos se reconstruyen de carne y madera, cosas simples, un pantano, el tronco de un árbol, una casa distanciada de la costa, adquieren el valor de la vida. Después del 12 de diciembre de 1979, en busca de vivienda, una romería de personas llega a Cali. 

Día primero del mes once, 1985. Hace 28 años. Yo estaba aquí pendiente porque ya sabía cuál era mi lote. Los primeros que vi llegar esa tarde fue a Doña Melba Bahía y su esposo, ambos acompañados de algunos directivos que después de un corto tiempo harían entrega de los lotes. Fueron de los primeros que vimos llegar acá. Esto era una plazoleta, entonces todo el mundo estaba parado en su lote. 

José Eduvino Orozco, nació en Medellín. Vivió durante diez años en Bogotá donde trabajó como Calígrafo, hacía libros para el SENA. Hace treinta y cuatro años vive en Cali.
Mi Papá ni mi Mamá sabían que yo me llamaba así. Me lo puso el padre Ramitos en la fe de bautismo, cuando me di cuenta que había sido él ya el hombre estaba muerto.

Pretender reconstruir el pasado de un barrio, la estructura de sus calles y casas, el recuerdo de algunas personas, situaciones irrepetibles, es un cometido amplio e inabarcable. Basta una cuadra para sentir que la memoria es más extensa que la Historia. Camino y nada me pertenece. Una calle casi vacía, las acciones de venta y entrega le hacen parecer aún más desolada, tres hombres reunidos alrededor de un poste miran siempre al frente, sonríen, conversan acerca de cosas que repelo. La señora de siempre con medio cuerpo asomado a un balcón gris, el cruce en el único camino con jóvenes poseedores de algún misterio temible.

Esto era pura cosecha de millo. Cuando nosotros llegamos ni siquiera sabíamos dónde era. Recuerdo que vino el Obispo a celebrar la misa, allí donde ahora está la pista de patinaje, en frente de la estación de policía. Todo esto era de los Córdoba. Algunas veces en la tarde me iba a contar el ganado, 300 o 400 cabezas 

–dice José Eduvino–. El Duván para los conocidos y el José Eduvino para los papeles.

Ofelia responde, sonríe: Yo me casé con Duván, no con José Eduvino. 

El Vallado se fundó en 1983 a partir de un acuerdo institucional entre el Banco Central Hipotecario, INVICALI, La Universidad del Valle, EMCALI, SENA, Fundación Carvajal, y la Corporación para la Recreación Popular. El terreno lo negoció INVICALI con los dueños; los Córdoba que poseían testamentos y un japonés poco recordado que labró, crió el ganado, vendió frutos y leche, y quizá tuvo algunos hijos y logró conformar una familia. Después, se rellenó con roca muerta 80cm de profundidad, una gran extensión de tierra húmeda destinada a cosechas de millo; se hicieron cimientos flotantes, se dividió el terreno y estuvo todo completo.

MiBarrio pag 13 3Uno iba a reuniones en frente del CAM. Me enteré porque me dijeron que iban a dar unos lotes, comencé a horrar plata y cuando averigüé, me dijeron que pedían un valor de setenta pesos, pagué y me lo entregaron. El terreno estaba bien bueno, la tierra bien plana, ya medido, listo para construir, dice Josefina Quintero, a quien recuerda con precisión José Eduvino. Yo fui el primero en llegar a esa cuadra junto a Doña Josefina. Cuando yo fui a hacer esta planta, Doña Josefina tenía la casa en obra negra, allá nos metíamos para darle la copia del plano a la gente que quería hacer la primera plancha. Eso aquí eran unos barriales impresionantes, teníamos que usar botas. Ya después de unos diez años hicimos una junta para decidir quién sería el Tesorero, pensábamos pavimentar los andenes porque las calles ya las había construido el alcalde de ese tiempo, Germán Villegas. Al final me escogieron a mí, pero yo me dije: “Yo solo no le jalo a esa cuestión, pues por seguridad” entonces trabajé junto a Don Octavio, íbamos de casa en casa. Hubo gente que no dio un peso, entonces tampoco les pavimentamos. A mí me toco así.

(Suena el teléfono, Ofelia contesta. Irma baja a paso rápido)

Aló, entonces mijo.

Tantas casas y tan pocos rostros novedosos. Podría hallarse riqueza en tanto acto repetido con un máximo de interés, y hallar sin esfuerzo, lo exótico que dicen tienen todos los barrios considerados populares. Una anciana asoma medio rostro sin distinguirse más que lo blanco del cabello y la caucásica piel; la gracia parece darle solvencia al acto más cotidiano.

El BCH brindaba los préstamos a través de un mecanismo de sorteo. De ochocientos mil hasta tres millones de pesos. Todos los lotes de aquí fueron construidos en L, 60 de frente y 30 de fondo o viceversa, dice Alfonso Martínez ex presidente de la JAC de la comuna 15. Recuerda José: El BCH me prestó para construir la primera planta. Yo no me gasté un peso de esa plata que me habían prestado, aquí no se podía malgastar un peso porque todo eso era de la construcción.

El BCH estaba allí donde ahora se encuentra ubicada la Fundación Carvajal. Entonces uno iba allá a pedir los materiales que iba necesitando y allí le iban llevando a usted una cuenta de lo que iba pidiendo para la construcción del casa. Dieron seis meses para la construcción de la primera planta en obra negra, con derecho a luz, agua, y todas esas cosas. Yo empecé apagar aquí el primer servicio a los seis meses, con un costo de $850 –Ríe corto y reanuda–. ¡Seis meses con toda el agua que gasté en la construcción de la casa!…una supervisora venía cada seis días a ver los avances del maestro de construcción y les pagaban de acuerdo a lo construido.

Sí, esto era la construcción grande, esto era tremendo, pero había celadores que nosotros mismos nos pagábamos. Lo que me pasó a mí le pasó a Chila, una de las vecinas fundadora del barrio: salió un tipo por allá a las mangas, con un montón de varillas de hierro, en esas el esposo de ella, que era policía, ve al tipo y lo coge con todas esas varillas. Lo hizo recorrer todo el barrio hasta la 39, diciéndole a todo el mundo: “vea, conózcanlo, éste es el que se está robando la mercancía”, le hizo dar la vuelta a ese tipo con todas esas varillas y después se las hizo traer aquí.

El cuadro bordado de un cristo, dos platos con papaya, las últimas anécdotas.
Está simple la papaya, ¿No? Antes a uno le enseñaban a endulzar la Papaya con azúcar. Antes de los 18 años era pantalón corto, después de los 18 años nos lo alargaban. La policía a las 7pm ya estaba entrando a la gente. Salen niños aquí a jugar, pasa cualquiera, le echa mano a una niña y se perdió, y vaya busque a un policía, está a 5 horas de distancia de uno.
MiBarrio pag 13 4

Josefina Quintero sacude la mano en ademán, y dice: la única ruta que nos servía era la Bretaña, habían colas inmensas, uno tenía que madrugar mucho. Al tiempo colocaron la Coomoepal, son las dos únicas rutas que han estado aquí. Irma, ausente de toda conversación, cuelga el teléfono, escucha la pregunta no dirigida, y añade: la calle principal llegaba hasta lo que es ahora, la estación de policía. Allí se bajaba uno del bus, y para llegar hasta la casa uno tenía que pegarse la caminada. A uno el Bretaña lo traía hasta el puente del Vallado, donde estaban construyendo las primeras casitas. No había más. Nada de vías, eso era un peladero. Había buen bus de la Unión para arriba. Esto por aquí eran puras mangas.

Ahora, veinticinco familias entre ellas indistinguibles, calles que interesan poco, lugares comunes hechos modelo de vida, encuentros y protocolos puntuales que se ejercen con entusiasmo. Todos olvidan por un momento lo terrible, inadecuado, impropio, y andan en la calle sin vergüenza, con la viveza de quien crece y se acostumbra. Se cierra la mesa, Eduvino dice:

Este era un vividero muy agradable. Ofelia y yo andamos dos horas o más todas las tardes; ahora esto está hecho de rincones, una montonera de casas. Ofelia prosigue, recuerda: una vez nos dejaron sin argolla, José le dijo al tipo: “Y usted me va a quitar la joya que hace 57 años tengo puesta?”.

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