viernes, 7 de julio de 2017

HISTORIA BARRIO EL RETIRO

El Retiro

Fue el primer barrio de la comuna 15, a partir de un proceso de invasión de terrenos ubicados en una franja entre el margen oriental de los barrios que hoy conforman la comuna 16, según se describieron previamente, y el caño Cauquita, que sus pobladores en ese entonces llamaron Cinta Larga, asentamiento surgido en el año de 1972. Este asentamiento subnormal estaba conformado por 800-1000 viviendas, sin servicios públicos, al igual que registraba un agudo problema de hacinamiento en pequeños ranchos de 4 por 5 metros, construidos de madera, techos de paja y pisos de tierra, y que eran habitados por gran cantidad de inmigrantes de la Costa Pacifica, aunque en su mayoría provenían de la zona rural del municipio de Tumaco. Cinta Larga estaba construido al borde del canal de aguas residuales Cauquita de forma tal que todos los ranchos tenían el frente de sus casas orientado hacia el antiguo barrio de la Unión de Vivienda Popular, mientras la parte del lote de atrás daba sobre el canal. Existían una gran cantidad de pasillos entre un buen número no uniforme de casas, sin llegar a definir lo que se conoce como manzana puesto que los callejones conformaban laberintos irregulares. Por su proximidad al Canal utilizaban éste como depósito de desechos y a donde iban a parar las aguas residuales. Ante la caren0cia de agua potable era siempre necesario desplazarse hasta el antiguo barrio Unión de Vivienda Popular a conseguir el agua y transportarla hasta los lavaderos públicos, ya que las viviendas no tenían servicio sanitario ni lavadero. En 1980, debido a la presión de los habitantes de la zona por mejorar sus condiciones de vivienda, se inicia el proceso de reubicación a través de Invicali, en los terrenos que en la actualidad constituyen la primera etapa del barrio El Retiro, en la franja oriental de lo que más tarde serán la calle 48, y las carreras 33 y 39. Dicho programa comprendía la entrega de un lote de 15m por 5m por un valor de $ 7.000,oo de la época, con el objetivo de reubicar un asentamiento de alto riesgo situado a lo largo de un canal que se había convertido en vertidero de aguas residuales, además de la situación de extremo hacinamiento. De esta forma El Retiro se crea en terrenos antiguamente inundables con pobladores reubicados de Cinta Larga y de dos asentimientos que en esa época también eran clasificados como subnormales: uno ubicado en los terrenos que hoy se conocen como El Pondaje (comuna 13), y un segundo en los alrededores del actual barrio Bella Vista42 (zona de ladera comuna 19). Una de las características del barrio El Retiro desde su conformación en 1980 es el de constituir uno de los asentamientos en la ciudad de Cali con la mayor concentración residencial de población y hogares afrocolombianos, pero también en donde las redes familiares procedentes del municipio de Tumaco, zona rural y casco urbano, son preponderantes. Sin embargo, Sardi y las invasiones periféricas al barrio El Retiro tienen en común esta característica, como antes se comentó. En cierto modo El Retiro es a los ojos de los mismos pobladores de otros barrios del Distrito de Aguablanca un territorio “negro”, en el que la sociabilidad estuviese segregada y representar una especie de ghetto. En realidad, esta particular sobreconcentración de población afrocolombiana y tumaqueña ya existía en la invasión que precede a El Retiro, pues es un asentamiento de reubicación, o sea, Cinta Larga, conformada hacia el inicio de la década del 70. Es bastante probable que este asentamiento en los años 70 fuese uno de los de peores condiciones de vida urbana en la ciudad de Cali para esa época. Algo similar con los antiguos pobladores reubicados de la zona de El Pondaje, afrocolombianos en su casi totalidad y en un sitio muy deteriorado. Sin embargo, en el caso de los reubicados desde Bella Vista, posiblemente más población mestiza que negra, se dio el fenómeno de una mayor movilidad espacial y social, ya que según testimonios vendieron los lotes en El Retiro al poco tiempo y se trasladaron a otros barrios del Distrito de Aguablanca. También es probable que una parte de los escasos pobladores mestizos de El Retiro, los pocos que se quedaron, casi siempre en mejores condiciones residenciales que el resto de la población barrial, procedan de esta reubicación desde la ladera.
Durante la reubicación se dio una gran presencia de los partidos tradicionales, vía los concejales holmistas y el holguinistas, quienes a cambio de votos prometían entregar buenos lotes. Se tiene conocimiento de algún líder político liberal tumaqueño y afrocolombiano, que una vez en Cali se vinculó al sector holmista del liberalismo en calidad de dirigente local en los asentimientos de invasión con alta concentración afrocolombiana, como fue el caso de Cinta Larga. Su papel fue importante en el enganche de votos por lotes a través de las redes de parientes y paisanos conocidos de Tumaco durante la reubicación en el nuevo asentamiento. Este es el caso del holmismo, pero sin descartar una situación parecida en las huestes conservadoras holguinistas, también la negociación de votos contra lotes operó a través de líderes inter-barriales mestizos que lograron construir nexos de amistad con redes familiares de pobladores afrocolombianos que habitaban en Cinta Larga y en los terrenos de lo que hoy en día es El Pondaje. La pregunta sociológica que nos hacemos es la siguiente: ¿por qué se dio un fenómeno de segregación urbana socio-racial tan fuerte desde un comienzo y a lo largo del tiempo pareciera mantenerse este patrón de segmentación, con pocos cambios a pesar de ciertas mejoras en las condiciones residenciales de vida de sus gentes? Llama la atención que en el nuevo asentamiento El Retiro redes familiares del mismo lugar de origen hayan quedado en lotes próximos o cercanos, en inmediaciones de la misma cuadra o manzana-s. Aparentemente este fenómeno ha sido más usual en este barrio que en otros del Distrito de Aguablanca, lo cual puede tener que ver con mecanismos implícitos de segregación socio-espacial en los que jugaron los siguientes elementos: a) la acción del municipio con Invicali que seleccionó un terreno en condiciones residenciales de la peor calidad, muy similar al de la invasión anterior, sólo que se entregaba loteado y “legalizado”, para una población también pre-determinada, los residentes en Cinta Larga, en su gran mayoría afrocolombianos de la Costa Pacífica sur; b) por exclusión, los terrenos urbanizables para un sector de la población afrocolombiana, el compuesto por migrantes y sus descendientes con un menor capital escolar, social y patrimonial, en la ciudad y sobre todo en el Distrito de Aguablanca eran los que quedaban disponibles en términos de costos monetarios, o sea, los de peores condiciones residenciales, lo que es especialmente válido para los migrantes de la Costa Pacífica sur y de zona rural, predominantes en la invasión de Cinta Larga; c) una alta concentración de redes familiares y paisanos que ya habitaban en dicha invasión y que posiblemente su mejor opción en ese contexto era buscar una reubicación en lotes próximos; d) el papel de los liderazgos locales partidistas, más claro dentro del holmismo, en el enganche de votos contra lotes, a través de las redes conocidas de paisanos y familiares de la misma zona de origen del político, como antes se anotó. Hay que advertir que este programa de reubicación inicialmente se formuló como una propuesta de solución residencial habitable con servicios públicos terminados y subsidios de vivienda, pero que finalmente terminó entregándoseles a los pobladores terrenos enmalezados e inundables, sin ningún tipo de servicio público, sólo que ya estaban loteados en forma provisoria. Ante esta situación los pobladores de estos nuevos terrenos tuvieron que invertir gran cantidad de tiempo y dinero consiguiendo volquetas cargadas de escombros y tierra con las cuales pudiesen rellenar sus lotes y poder iniciar las construcción de sus viviendas43. La carencia de servicios públicos en el nuevo asentamiento llevó a que se construyeran aljibes, letrinas y lavaderos comunitarios por parte de la misma población. El abastecimiento de agua potable en el nuevo asentamiento se hacía a través de mangueras conectadas al antiguo barrio Unión de Vivienda Popular. Al igual que en el caso del asentamiento de Sardi esto afectaba la presión del agua para el sector donde estaba la conexión, y generaba obviamente conflictos entre la población de ambos sectores. La primera conquista en materia del agua potable consistió en la unificación de todas las mangueras por parte de los pobladores organizados para que llegaran hasta el lavadero publico del nuevo barrio. A este sitio era necesario madrugar, en ocasiones a las dos o tres de la mañana, para recoger agua y luego transportarla a las viviendas individuales, puesto que el bombeo era muy deficiente y la escasa presión solamente permitía que llegase en las mañanas y en ocasiones en la noche, pero nunca en horas de la tarde. El agua que recogían por este medio era dedicada a la preparación de alimentos, mientras que el agua de los aljibes era utilizada para el lavado del cuerpo y el uso sanitario. El manejo de los desechos orgánicos era a través de letrinas y canales que cavaron frente a sus casas por los cuales se depositaban todos los desechos e iban luego a desembocar al canal Cauquita. Para conseguir la energía eléctrica la población del nuevo barrio tuvo que esperar un mayor período de tiempo. En los primeros años se cocinaba con leña y el alumbrado doméstico se hacía mediante velas. Hacia 1983 los pobladores organizados lograron instalar cables piratas y se conectaron a la red de energía de la ciudad más próxima. mediante postes de madera extendieron los cables secundarios a las distintas cuadras, los cuales eran de diversos tipos y calidades. Los cables se obtuvieron vía donaciones o por aportes de los habitantes en forma fraccionada, hasta llevar la energía a todas las cuadras del barrio. Cada vivienda luego debía conseguir un cable para pegarse a la red pirata que llegaba a la calle respectiva. Hacia mediados de la década de los ochenta (1985-1987) el sacerdote católico alemán Alfredo Welker inicia un programa de educación escolar para los jóvenes de ambos sexos del barrio El Retiro, conjuntamente con una guardería. Ante la inexistencia del alcantarillado, el sacerdote impulsa la creación de un comité, el cual inicia la construcción del mismo en el barrio, mediante la autoconstrucción con el trabajo colectivo de los pobladores. El padre Welker, consigue recursos mediante la financiación de entidades alemanas católicas, lo que va a extenderse más adelante a los diversos programas que emprende el sacerdote en salud básica, educación, y generación de ingresos en El Retiro y barrios circunvecinos44. Con el propósito de abaratar costos para la construcción del alcantarillado el sacerdote pone en marcha una pequeña fábrica de tubos. En ella se da prelación al enganche de personas del barrio El Retiro vinculadas a actividades delictivas. El sacerdote pone en práctica el de un sueldo o jornal por día trabajado.
Sólo entre 1988 y 1990 las empresas municipales de la ciudad (Emcali) inicia un programa de extensión de las redes domiciliarias de acueducto, y la regularización de la energía eléctrica en 1991. También en la década del 90 se logra extender la recolección de basuras, una vez se amplían las vías y mejora la pavimentación de calles. Sin embargo, los asentamientos dentro del barrio y en su periferia que todavía son invasiones presentan todavía una situación deficitaria en cubrimiento de recolección, debiendo sus pobladores transportar las basuras hacia puntos externos en vías de acceso. Aunque en El Retiro también existe alguna población mestiza, ella se encuentra muy sectorizada, sobre todo en las manzanas con mejores condiciones de vida, más próximas a la calle 48, mientras que en los sectores y manzanas del barrio de peores condiciones residenciales, las cuales a su vez se van alejando de la calle 48, la concentración de la población afrocolombiana es generalizada, al igual que la gente procedente o con ascendientes de la Costa Pacífica sur, especialmente Tumaco45 . Es necesario advertir que según el testimonio de Orlando Quiñones46, quien llegó desde la primera etapa de la reubicación de la población que habitaba en Cinta Larga a los terrenos que hoy conforman El Retiro, una sector importante de las familias afrocolombianas a las que se les asignó lotes ya no residen en el barrio (según Quiñones, por lo menos un 50%), lo cual significa que se ha producido una dinámica de desplazamiento, al igual que en Sardi, de los migrantes de origen de municipios de población afrocolombiana que logran mejores condiciones de vida a través generalmente de una inserción laboral con mayores ingresos y alguna estabilidad, hacia otros barrios del Distrito de Aguablanca y del oriente socialmente menos estigmatizados47: El Vallado, Ciudad Córdoba, Mariano Ramos, la Unión de Vivienda Popular, El Poblado. Esto significa que hay una relativa alta circulación de residentes en el barrio, pero siempre entre miembros de una red o paisanos de la misma zona de origen. Los que se van dejan sus viviendas en alquiler o las venden a otras personas de las redes anotadas. Es posible, por ejemplo, que los nuevos residentes provengan de alguna de las invasiones dentro del barrio o periféricas al mismo, aunque también pueden ser migrantes recién llegados a la ciudad. Sin embargo, la población de migrantes antiguos, fundadores del barrio, sigue siendo importante, lo cual indica que para ellos sus posibilidades de movilidad social han estado bien limitadas, aunque muchos hayan podido lograr alguna diferenciación en el interior del barrio, en cuanto a la ubicación y las condiciones de sus viviendas. Los empleos de las mujeres mayores de 30 años, con escolaridad media de 5o de primaria, son similares a los encontrados en Sardi, preparación de alimentos y su venta ambulante (empanadas, papas, pescado frito, plátano frito, chontaduro cocido, etc.), al igual que la venta de frutas y pescado crudo. Es común la preparación de comidas típicas del pacifico que se conocen como “fritanga”, las cuales venden entre semana en las horas de la mañana y los fines de semana en el mismo barrio y barrios aledaños. También es sobresaliente la venta en las galerías o plazas de mercado y en los semáforos. Otro grupo de mujeres se dedican a planchar y lavar ropas a domicilio en los barrios de clases media-alta de la ciudad. Pero definitivamente los empleos más regulares y estables para las mujeres mayores de 30 años en El Retiro lo generan algunos de los programas sociales del sacerdote Welker: servicio de aseo en el colegio y centro de salud parroquial y demás dependencias de la parroquia, así como el trabajo en la guardería, de cuidado de los niños y preparación de alimentos para ellos. Otra fuente de ingresos es el desempeño como madres comunitarias en los Hogares de Bienestar Familiar del ICBF. Las mujeres menores de 30 años presentan una grave situación de desempleo debido a la reducción en la demanda de servicio doméstico en los últimos años, y la estigmatización del barrio, al ser considerado como zona roja, por eventos de delincuencia y violencia. Esta imagen negativa ha sido contraproducente, de tal manera que las personas de El Retiro, mujeres y hombres jóvenes, tienen menores opciones de enganche laboral en diferentes tipos de actividades. Sin embargo, para las mujeres jóvenes ha surgido como alternativa de ingresos la prostitución. En una menor escala aparecen empleos temporales, de empacadoras y de vendedoras en almacenes, en especial de ropa y calzado. Unas pocas mujeres con mayor nivel educativo, bachillerato o estudios postsecundarios, encuentran empleo como profesoras en el colegio parroquial. Los hombres mayores de 30 años se dedican en la actualidad a la venta de frutas y verduras en forma ambulante y modalidad estacionaria en las galerías, centro de la ciudad y los barrios populares, presentándose una fuerte competencia con las mujeres en la actual situación de recesión por los espacios de ventas de productos. Algunos trabajan todavía la construcción pero en actividades muy puntuales, en menor número en la fundición de planchas en el mismo barrio, empleos generados por las obras de mejora de viviendas dentro del barrio. Es frecuente en este barrio la presencia de grupos de hombres adultos que se asocian para poder ofrecer servicios de construcción tanto a personas particulares como a empresas de construcción, incluso en la situación de crisis que atraviesa esta actividad. Los hombres jóvenes, menores de 30 años, al igual que en todos los sectores pobres del Distrito de Aguablanca, son los más afectados por la escasez de empleos, debido a que no cuentan con experiencia laboral y su nivel de escolaridad promedio no supera el 4º y 5o de bachillerato, ya que se observa una alta deserción escolar en estos dos niveles para la población masculina. Esta situación explica que para un sector de jóvenes las actividades de rebusque bajo diversas modalidades de delincuencia constituyen la fuente principal de generación de ingresos. En cambio para los jóvenes que han culminado su bachillerato hay más opción de empleos temporales en empresas que los contratan por términos inferiores a 3 meses, ocupándose de trabajos como mensajeros, almacenistas, empacadores, etc. No obstante, en la situación actual estos empleos han descendido notoriamente. El programa social del sacerdote Welker, el Señor de los Milagros, ha enganchado a algunos jóvenes en micro empresas que se han constituido en el barrio, para trabajar ebanistería y soldadura, a partir de la demanda generada dentro del mismo barrio o circunvecinos. El colegio parroquial Señor de los Milagros ha permitido ampliar la cobertura para primaria y secundaria en El Retiro y otros barrios del Distrito de Aguablanca. Es el colegio privado con la mayor población estudiantil en el Distrito de Aguablanca y posiblemente en Cali, entre 9000 y 10000 alumnos, en todos los niveles de la educación básica (11 años), repartidos entre dos establecimientos ubicados en los barrios El Vergel y El Retiro48. Del colegio ya han salido por lo menos tres cohortes de bachilleres, mujeres y hombres, algunos de los cuales se encuentran haciendo estudios técnicos postsecundarios o del Sena y otros pocos han ingresado a universidades privadas y en menor número a la Universidad del Valle. No obstante, el sector de jóvenes cursando estudios universitarios aún es muy reducido y todavía es inexistente la presencia de profesionales y de personal técnico con estudios especializados entre los pobladores 49 . Existe una buena oferta a nivel de servicios de salud, debido a que está el Puesto de Salud del municipio, que cuenta con consultorios médicos y laboratorios, al igual que el servicio médico del programa social del sacerdote Welker, el cual comprende un consultorio con personal médico y de enfermeras alemanes, más servicios odontológicos y de laboratorio y toma de ecografías. En este segundo consultorio se le entrega droga a los pacientes. Para casos más graves la primera opción es el centro hospital Carlos Holmes Trujillo, localizado en El Poblado. La cobertura de la población por el POS (programa obligatorio de salud), ya sea mediante entidades de salud tipo EPS y administradoras del régimen subsidiado, es inferior al 20%. Una mayor cobertura existe a través del Sisben pero todavía queda por fuera una buena parte de la población, de ahí la importancia que tiene el servicio de salud directamente organizado y manejado por el sacerdote Welker, a través del cual se alcanza un mayor cubrimiento. En forma similar a Sardi en el barrio El Retiro son comunes las prácticas populares de salud, particularmente las de tradición de Costa Pacífica. Son frecuentes los tratamientos para el “mal de ojo”, manejo de “envidias” y el uso de técnicas de limpieza y rituales de riego para combatir la mala suerte. La mayor parte de los partos ya son hospitalarios, lo cual indica una diferencia con Sardi, por una mayor incidencia del sistema de salud, tanto público como el ofrecido por el consultorio social del sacerdote Welker, aunque todavía operan las comadronas en el manejo de dolencias que acompañan el embarazo o para producir su interrupción. Para la población de El Retiro, al igual que en Sardi, las calles del barrio son el escenario más importante de sociabilidad, al punto que la crianza de los niños y en general la socialización de los jóvenes se desarrollan allí. Esto está relacionado con el hecho de mantenerse abiertas las puertas de las casas en el día y una parte de la noche, entrando y saliendo las gentes del mismo vecindario. En la calle abundan los juegos de dominó, cartas, bingo y todo tipo de acciones espontáneas de encuentros, como lo es el sentarse a conversar con los amigos, el hacer bromas de los hechos cotidianos y el pensar el mundo a partir de lo que la gente está viviendo50. Son frecuentes las fiestas y rumbas en las casas, como también hay participación en los bailes que se hacen en diferentes espacios abiertos o locales en el barrio y en barrios vecinos. El Retiro es otro de los barrios en el Distrito de Aguablanca que cuenta con una peluquería “afro”. En forma similar a las peluquerías afro de Charco Azul y Villa del Lago los jóvenes se encuentran en estos sitios no sólo para cortarse el cabello con los últimos estilos “afro”, sino para escuchar música (reggae, rap, salsa, las más frecuentes) y conversar sobre asuntos cotidianos. Tal vez conforman uno de los espacios más visibles de afirmación de identidad entre jóvenes negros. Las peluquerías afro se caracterizan además por ofrecer una escenografía de afiches o pósters alusivos a deportistas negros americanos, cantantes de reggae, o líderes del movimiento negro en los Estados Unidos. En El Retiro los jóvenes alternan la práctica de danzas de ritmos tradicionales del Pacífico, currulao, con la del reggae, el rap y la salsa. Este fenómeno es común a los asentamientos en el Distrito de Aguablanca donde hay fuerte presencia de población afrocolombiana. Igualmente todavía se celebran chigualos y se cantan alabaos durante la velación de personal adulto. Hay un predominio religioso católico gracias a la presencia del sacerdote Welker, pero ya han aparecido cultos evangélicos en los últimos cinco años, con una relativa masiva participación en los días de culto. Se observa una percepción negativa discriminante de los pobladores de barrios vecinos y en general del conjunto de la ciudad frente a la población de El Retiro. Hay así una percepción y autopercepción de “ghetto”, que se apoya en la estigmatización a las personas que viven en el barrio. Sus habitantes, en especial los jóvenes, son catalogados como “delincuentes” que atentan contra la vida y la tranquilidad de la población de los barrios vecinos, en especial El Vallado, Ciudad Córdoba, Mariano Ramos, la Unión de Vivienda Popular, Antonio Nariño, casi todos barrios populares con una población más educada y una mejor inserción sociolaboral, además con viviendas terminadas e infraestructura urbana consolidada. Por otro lado, existe un problema de violencia que se presenta entre grupos de jóvenes de los diferentes sectores de El Retiro y los del barrio El Vergel, manifiesta en una vieja rivalidad por control territorial, lo que ha conllevado a muertos de uno y otro bando.

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